Los productores que aplican el esquema de ganadería regenerativa resaltan la practicidad de este sistema para alcanzar los objetivos del negocio y el proceso de transferencia de conocimiento a sus colaboradores. Sin embargo, llegar a este cambio es complicado por las barreras mentales que existen, resaltó en Nación productiva el Ing. Zoo. Alejandro Román, socio director de Invernadita.
En Nación Productiva hablamos de “Agricultura regenerativa, ganadería adaptativa y créditos de carbono”, ocasión en la que conocimos las experiencias de tres unidades de producción que aplican estos conceptos en sus campos. Una de ellas es la firma Invernadita (que posee campos en Misiones y en Amambay), cuyo responsable compartió los beneficios de este cambio de sistema, luego de años de trabajo con una ganadería tradicional.
Román resaltó que la incursión en la tecnología de procesos requiere de un entendimiento del objetivo de las acciones del sistema ganadero y la transferencia de las informaciones de este sistema a los colaboradores para su mejor desempeño. “Es una lucha de varias barreras y luego se encuentra una nueva realidad”, indicó.
Desde su experiencia en suelos degradados el profesional mencionó que el objetivo es que el animal sea el aportante de la solución y conducirlo hacia los resultados en lo que se refiere al aumento de carga y eficiencia. “Para nosotros fue un desafío muy grande porque empezamos a hacer en una zona donde históricamente no se hace esto, campos machacados; empezamos con un animal tratando de que resuelva las cosas que hacemos mal”, precisó.
Durante este proceso señaló que tuvieron que “desaprender muchas cosas para aprender cosas nuevas”.
Destacó que el principal beneficio de la ganadería regenerativa se centra en la reducción de costos, por ende mejora rentabilidad, pero lo más complicado es entender que es la nueva forma de hacer ganadería. “El exprés de la compra se mejoró porque teníamos que diluir en menos kilos todo lo que teníamos que amortizar en el campo”, acotó.
Por otra parte, Román refirió: “El giro que teníamos pensado hacer por parcela se redujo 65 a 40 días con déficit pluviométrico. En esas pasturas monofíticas, por el sistema tradicional que se realiza en Amambay, la idea es introducir leguminosas para hacer pasturas polifíticas, que son las praderas que necesitamos para poder sostener este sistema”.
Explicó que las pasturas polifíticas demandan ciertos nutrientes en distintas épocas del año y generan el efecto de bomba de carbono, permeabilidad del agua, rugosidad. Dijo que ocurre una biocenosis, es decir, el equilibrio del suelo para seguir produciendo sin tener que intervenirlo químicamente.