Cleverson Pozzebon, productor de la zona de Katuete, Canindeyú, compartió un análisis sobre la situación climática que atraviesa la región noreste de nuestro país. Aseguró que este año la pluviometría marca un 55 % menos que el promedio anual, sin registros similares en los últimos 30 años. Aseguró que el cultivo de la soja está aguantando con lo justo.

 

Pozzebon destaca en su análisis compartido en sus redes sociales que la región noreste de Paraguay en esta campaña está pasando por una condición hídrica inimaginable, sin registros similares en los últimos 30 años. Explicó que el total acumulado de lluvias en el año hasta el momento (1 de enero al 20 de noviembre 2024) representa apenas entre el 40 y 45 % del volumen total esperado para el año, llevando en cuenta el promedio anual del periodo, según registros del propio productor.

 

Añadió que el déficit hídrico ha sido una constante durante prácticamente todo el año, motivo por el cual no hay reserva de agua en el suelo para atender la demanda de los cultivos de verano, los cuales dependen casi exclusivamente de las lluvias caídas durante su periodo de desarrollo.

 

Señaló que las precipitaciones mensuales desde agosto hasta noviembre del corriente año también están muy debajo de los promedios históricos.

 

Ante esta situación el productor realizó un paralelismo entre el cultivo de soja de esta parte país y el empleado que sobrevive con el sueldo mínimo. En ambos casos, aguantan con lo justo, según el productor.

 

“Tal cual los empleados con sueldo mínimo, la soja en esta campaña se ve obligada a aguantar los días que restan desde que ha terminado la plata (o el agua) hasta el fin de mes para recibir el pago nuevamente (o la siguiente lluvia). En esta condición, los cultivos hacen lo que pueden para resistir al déficit hasta el ‘fin de mes’», escribió.

 

Ante este escenario señaló que siempre estará mejor la soja que no tiene gastos innecesarios de su «sueldo mínimo” (agua), como la presencia de malezas, daños por plagas, fitotoxicidad de herbicidas, suelo compactado o sin cobertura suficiente.

 

En ese contexto, enfatizó el problema que acarrea la falta de cobertura, que además de reducir el acceso a los recursos, también influye directamente en la pérdida de agua del suelo a la atmósfera, sin utilidad para las plantas; en el aumento de la temperatura del suelo, mayor estrés al cultivo y un menor aprovechamiento de las lluvias.

 

“Un cultivo en esta situación – así como el empleado con sueldo mínimo – es admirable que pueda seguir adelante y a la vez producir”, concluyó.

 

[Foto icon-camera : cultivos de soja en Canindeyú, Estancia Anahí / Gentileza Cleverson Pozzebon]