La zafra de soja aún no ha finalizado. Si bien la cosecha terminó con óptimos resultados en rendimiento promedio a nivel nacional, aún falta comercializar cerca de la mitad de lo cosechado, y los precios tocan mínimos históricos.

 

En el ámbito de la agricultura se viven tiempos más que difíciles, con un número mayoritario de agricultores abrumados por las deudas. Agricultores endeudados y muy endeudados, incluso con refinanciación reiterada; presos de acopiadores y bancos.

 

Los agricultores abrigan, igualmente, esperanzas para arreglar un problema complejo cuya solución tomará años. Situación que se agrava a causa de la epidemia por coronavirus y más aún debido a las medidas adoptadas para enfrentarla. Del Gobierno, los agricultores han recibido, más que nada, palos, en forma de aumento de impuestos y requerimientos burocráticos insostenibles que inviabilizan la agricultura mecanizada en pequeña escala.

 

Sumados a los requerimientos de la actividad agrícola caracterizada por la alta competitividad, se multiplican exigencias, regulaciones e impuestos que restringen los derechos de libertad empresarial e individual. Se observa el aumento de la violencia hacia los agricultores en el discurso político, así como el hostigamiento de las ONG ambientalistas.

 

La permanente amenaza de aplicación de nuevos impuestos o de aumentarlos ha sido una constante, principalmente proveniente de los sectores de izquierda del Poder Legislativo. Paraguay está siguiendo a Argentina por la peligrosa senda que conduce al socialismo, quizás con algunos años de atraso, pero en la misma dirección.

 

En este embrollado escenario llega el momento de tomar decisiones con respecto a la implementación de los cultivos de invierno que se realizan siempre manteniendo el enfoque en la próxima zafra de soja, pues la soja es el rubro de renta principal y se cultiva en sucesión a estos rubros.

 

Sin considerar las parcelas que fueron sembradas durante enero y febrero con los rubros de zafriña: soja de segunda, sorgo, maíz o abonos verdes como milleto, brachiaria y sus combinaciones con diferentes cultivos utilizados como cobertura, el presente planeamiento se refiere a los rubros netamente de invierno, que se implementan desde finales de abril hasta junio, entre los que predominan los de renta, como el trigo y la canola, y abonos verdes, entre los que se destaca la avena. La canola demanda capacidad de financiación, ya que es un cultivo exigente en fertilización y semillas de calidad; se puede estimar un área de siembra similar al último año, casi restringida al grupo de productores que la cultivan tradicionalmente.

 

El cultivo de canola permite trabajar las parcelas infestadas con malezas de hojas finas tal como el kapi’i pororo (Digitaria insularis). La implementación del cultivo de trigo también exige capacidad de financiación, virtud poco presente en la actualidad; la posesión de semilla para uso propio puede incidir en la decisión de sembrar.

 

El fertilizante de base representa el costo principal, las aplicaciones del paquete de defensivos químicos para el manejo del cultivo representan un costo relativamente accesible para la producción de trigo. Los cultivos de gramíneas, como trigo y avena, permiten trabajar con herbicidas que facilitan el manejo de malezas de hojas anchas de manera muy eficiente y a bajo costo. En un esquema anual de manejo con enfoque en el cultivo de verano resulta vital el control de malezas que se realiza en el invierno.

 

La cobertura de los residuos de avena es muy eficiente en la supresión de malezas y en el control de la erosión; el trigo también, aunque en menor medida, pero con el beneficio del remanente de fertilización que aprovecha la soja. La avena como cobertura invernal constituye un gasto neto en el costo de producción de la soja. De forma similar la canola y el trigo se pueden considerar casi como abonos verdes también, pues se cultivan en función a la soja que es el rubro principal; la diferencia radica en que los cultivos de renta invernales implican asumir mayores riesgos, así como la necesidad de mayor financiación, con la ventaja de que pueden generar retorno económico.

 

Si se logra con ellos un empate en el balance económico financiero, ya constituyen ganancia en el sistema de producción, debido a los beneficios agronómicos tales como el control de la erosión, control de malezas, reciclaje de nutrientes, aportes de materia orgánica, residual de fertilizantes para cultivos subsiguientes, reparto de los costos fijos, optimización del uso de la mano de obra y optimización del uso maquinarias, entre otros.

 

Agricultores con solvencia financiera pueden optar preferentemente por los rubros de renta invernales, mientras que aquellos con capacidad financiera limitada podrían preferir un rubro solamente de cobertura como la avena, buscando salvar el invierno, reservando así sus recursos para concentrarlos estratégicamente en el rubro de renta principal del sistema, que es la soja. Los rubros de renta como el trigo o la canola pueden generar ganancias; por lo tanto, implican riesgo; en cambio, la avena es más segura.

 

Una opción bastante extendida y que se puede considerar intermedia es la de hacer un cultivo de trigo de baja inversión, buscando minimizar los costos de producción exceptuando aquellos que afectan la fertilización; en este modelo la disposición o carencia de semilla propia ya puede significar una importante diferencia en los costos.

 

Algunos agricultores se arriesgan a sembrar trigo en época tempranera no propicia por el alto grado de probabilidad de pérdidas por heladas, asegurando de este modo que la cosecha del trigo no se superponga con la época ideal de siembra de la soja, y si se llegara a malograr el trigo, queda como una opción tipo cobertura de alto costo.

 

Los trigos tempraneros también están expuestos a una mayor probabilidad de pérdidas por brusone o Pyricularia. Los agricultores deben tomar las decisiones orientados a cumplir con un plan de rotación de cultivos sin perder la perspectiva económica, esas rotaciones deben beneficiar a la soja, el rubro que sostiene económicamente el sistema de producción. Si no hay buena soja, no hay rubros alternativos ni abonos verdes.

 

[Material publicado en la sección «Técnica Agrícola» de la edición impresa Nº 67 – Mayo de Revista Productiva, página 22 y 23]

[Foto  : Revista Productiva]