En la actualidad, prácticamente no hay suelos que no posean actitudes para desarrollar la agricultura, aunque es necesario adoptar estrategias y herramientas puntuales para que aquellas superficies consideradas de baja productividad hoy construyan sus músculos para alcanzar una mayor productividad en los cultivos comerciales.

 

Esta es la experiencia de Diego Kotz, agricultor de Abaí, departamento de Caazapá, en donde produce sobre diferentes clases de suelo. Los hay de alta fertilidad, así como de muy baja fertilidad, por lo que trabajar en ellos implica mucho aprendizaje. “Tratamos de aprender más con los suelos arenosos porque el suelo rojo siempre es más fácil para producir”, explicó.

 

Indicó que hace cinco años comenzaron a producir sobre este suelo arenoso que mediante la aplicación de ciertas prácticas se está logrando recuperar. “Al empezar es difícil hacer germinar la soja y si viene mucha lluvia, es más complicado aún”, acotó.

 

Para la construcción de la calidad del suelo desarrollaron diferentes prácticas para alcanzar una buena cobertura orgánica. En ese proceso incorporaron en dos campañas el cultivo de maíz, pero mediante esta experiencia confirmaron que la soja zafriña no es recomendable para el suelo arenoso. En el cuarto año de trabajo (2020) sembraron nabo y en la presente temporada integraron al milleto dentro del plan de rotación.

 

“En esta campaña última tuvimos un cultivo de soja con un arranque espectacular sobre el nabo. El nabo, milleto y la Brachiaria vemos que son las coberturas más recomendadas para suelos arenosos”, explicó.

 

La calidad del suelo impacta en la variabilidad de la producción. “Cambia mucho la clase de tierra porque estamos en un suelo rojo y a 500 metros ya cambia a arenoso, y en el final el suelo casi ya no tiene arcilla. La productividad llega a 4000 y 4500 kg por hectárea (suelos arcillosos), después en medio unas 20 hectáreas (mixto) tienen una productividad razonable de 3500 kg, en tanto que en la parte más arenosa la producción llega hasta 3000 kg por hectárea, pero cada año es diferente. Hay años que va des de 2000 a 2500 kg por hectárea”, expresó.

 

Diego dijo que la expectativa de productividad para la campaña siguiente es superior, considerando que disponen de parcelas con correcciones con 5000 kg de calcáreo. “Para los suelos arenosos es bueno manejar las condiciones de lluvias, porque si uno siembra y llueve, no tendrá problemas, pero si luego de sembrar, vuelve a llover, los resultados no serán los esperados. Si hay pronóstico de lluvias, mejor no sembrar porque es muy difícil por la compactación y la pérdida de las semillas”, expresó.

 

El mejor escenario es cuando después de una lluvia se siembra y pasa un lapso de cinco días sin precipitaciones. En esa condición se es tima una germinación del 100 % del lote. En el presente invierno, en esta unidad de producción se incorporó la avena dentro de la rotación para una buena cobertura, en tanto que para cultivo comercial apostaron por la canola y el trigo.

 

“Nosotros estamos optando por la altitud de las tierras para definir el cultivo. Por ejemplo, la avena la plantamos en zonas bajas y si produce, vamos a cosechar, pero si no, igual vamos a dejar para cobertura. En otras parcelas vamos a sembrar canola porque la cano la no hay que sembrar en parcelas donde hay nabo y ya tuvo canola el año pasado, entonces vamos a rotar. El trigo estamos procurando de sembrar en las partes más altas”, explicó.

 

Variedades. Sembrar en suelos arenosos es un desafío importante, pero además de efectuar eficientemente el plan de siembra de cultivos de servicio, es necesario contar con variedades de alto techo productivo. Es así que la variedad M 6410 IPRO es una de las que más se destaca en este tipo de suelos en los cinco años de trabajo en este campo.

 

Diego mencionó que en el último año integraron al plan de siembra la M 5947 IPRO, que logró excelentes resultados, y para la próxima campaña proyectan sembrar el 100 % del área con estas dos variedades.

 

La M 6410 IPRO es una variedad muy buena que se destaca en periodos de estrés hídrico. “Nosotros tuvimos dos a tres años seguidos con un tiempo de 22 a 25 días sin lluvias, por lo que no pudimos tener un buen rendimiento”, explicó.

 

La M 5947 IPRO es una variedad muy buena para otra época de siembra. Se recomienda para el 15 y 20 de setiembre en adelante. “Antes no recomiendo variedades de porte alto porque queda muy chica. Estas son variedades de alto potencial de rendimiento y tenemos que invertir para que después venga la recompensa”, concluyó.

 

[Material publicado en el segmento Agricultura Productiva de la edición Nº 82 de agosto de Revista Productiva, página 18]
[Foto icon-camera : Revista Productiva]